Pueblo Nuevo AUDIO-RELATO

Perdí mi mano derecha en un trágico descuido con una guillotina en la imprenta en la que trabajaba. Vi emergiendo el color irreal de la sangre, pero no sentí dolor. Agarré la mano agonizante y comprobé que esto no estaba escrito en las líneas grabadas en mi palma.

Os saludo sacudiendo un vacío en el que todavía siento un cosquilleo. Cinco dedos desterrados al purgatorio de las manos.

Dedicaba mi tiempo a publicar fanzines revolucionarios. Éramos un grupo organizado de agricultores de imprenta que cultivaban las semillas de un pensamiento trasgresor, tan indispensable para una sociedad sana. 

No entiendo por qué os hablo en pasado porque continúo sembrando incesante.

Llegamos a la estación de Pueblo Nuevo. No hay nada nuevo en este pueblo de cadenas y rosarios.

La memoria de este pueblo está cubierta del polvo brillante del consumo acelerado. El pensamiento crítico desaparece de las escuelas; los libros de historia son devorados por la carcoma del neoliberalismo salvaje; algunos poetas estercolan con sus cuerpos las cunetas…

Mi mano eclipsada es una metáfora de la revolución. Está el hormigueo, todo el mundo está harto, todo el mundo se queja, pero todos corren hacia una salida que no existe.